Nada más llegar a casa no paraba de escuchar injusticias. Sabía que intentaba que picase en el anzuelo, que cayese en la trampa de contestar, pero esta vez no iba a hacerlo. Había bastado ya. Levantó la cabeza y sonrió falsamente a su tío, mientras éste se desquiciaba por desahogarse y conseguir fastidiarla. Intentaba herirla para que ésta metiese la pata y contestase. Pero esta vez no, cariño, esta vez no iba a caer.
Si no te aprecian en casa, no te preocupes. Habrá gente que sí lo haga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si escribes algo, sabré que has pasado por aquí. No te esfuerces, di lo primero que se te ocurra.